la tecnologia en nuestro pais
LA TECNOLOGIA EN NUESTRO PAIS Aunque bien podría calificarse la situación que guardan la ciencia y la tecnología en el país en términos relativamente parecidos, existen diferencias entre ellas que ameritan alguna consideración, así como también existen disimilitudes entre el estado de la ciencias sociales y él de las ciencias naturales, todas las cuales deben tenerse presentes en cualquier análisis general para no incurrir en graves inexactitudes. Estas diferencias las podemos presentar brevemente como sigue:
Hace 40-50 años se inició la implantación en el país de la enseñanza técnica superior, como resultada de las demandas y presiones generadas por la ampliación del mercado interno y el proceso de incipiente industrialización que se dieron como consecuencia del impacto de la revolución y que encontraron su punto culminante en la expropiación petrolera. De hecho, en la creación del IPN a partir de diversas escuelas técnicas de reciente creación o transformación, tenemos el ejemplo más importante de una respuesta efectiva dada en su época a la demanda de técnicos de alto nivel. Sin embargo, en lo que se refiere a las ciencias naturales no se ha dado ningún proceso equivalente y la razón de ello es la misma ya discutida: el aparato productivo mexicano no requiere todavía en lo sustancial de la ciencia para operar y cumplir con los objetivos —esencialmente de lucro— que de él se esperan. Desde este punto de vista, bien podríamos decir que en lo que respecta a las ciencias naturales, el país vive en 1930, independientemente del gran desarrollo en cantidad y calidad que estas actividades han tenido en los últimos cincuenta años.
Desde la perspectiva en que nos hemos situado es clara la raíz del problema: nuestra estructura productiva, organizada a partir de modelos externos, posee naturalmente un carácter imitador y copiador que no requiere sino muy colateralmente de la investigación domestica para buscar soluciones o tecnología, las que vienen ya dadas “en paquete” desde el exterior. En estas condiciones, la investigación, científica o tecnológica, resulta innecesaria, superflua, prescindible e incluso disfuncional. Estas mismas consideraciones explican, entre otras muchas cosas, por qué nuestro sistema educativo no otorga a la creación científica o tecnológica la importancia que sí atribuye, por ejemplo, a la creación artística. Es tan profundo, secular y general este rasgo que el modelo estructural mismo de la universidad latinoamericana no prevé lugar para la investigación en ciencia o tecnología, la que ha sido agregada como un parche funcionalmente desincorporado del resto de la estructura. De hecho, no sería demasiado exagerar decir que nuestras universidades han sido concebidas y organizadas para impedir la formación de seres creativos en los campos de la investigación en ciencias naturales y tecnología. Un corolario inescapable es que mientras no exista una política explícita de desarrollo verdadero e independiente del país, que plantee problemas propios que demanden soluciones propias, el aparato de investigación en ciencias naturales y tecnología seguirá siendo prescindible y dependiente, concebido más para el lucimiento y “la modernidad” que para el servicio y el bienestar general, es decir, de uso más ideológico que productivo.
Podemos obtener una idea más concreta de la magnitud de la desvinculación entre la actividad científica y el aparato productivo nacionales, recordando que en México alrededor del 90% de la ciencia básica está patrocinado por y se realiza en las universidades y tiene, consecuentemente, un carácter eminentemente académico. Por lo contrario, en un país altamente desarrollado como Japón o los Estados Unidos, es normal que entre el 60 y 75% de la actividad científica tenga origen y soporte industrial. Es claro que este mismo hecho retroalimenta al sistema, propiciando el desarrollo preferencial de la actividad científica académica y especulativa frente a la de interés social directo y propiciando a su vez “el establecimiento de una escala de valores trastocada, en la que la pureza es el valor supremo” (Herrera, 1980).
Una característica adicional de la actividad científica académica, debida al hecho de que se nutre de fuentes externas, es que se desarrolla en direcciones de moda impuestas por la ciencia internacional “de punta” en las que se concentra gran parte del esfuerza científico de los países desarrollados. Estas modas normalmente se refieren a problemas que pueden ser muy importantes en el medio que les da origen, pero no necesariamente de alta prioridad visto desde una perspectiva nacional. Las ciencias naturales que se desarrollan en el país tienen un sello que dice “IMPORTED” y las hacemos fundamentalmente “FOR EXPORT”, puesto que no hay consumo nacional, mercado nacional importante para ella. Esto de ninguna manera quiere decir que no hay necesidad hoy de la investigación científica y tecnológica en el país. Piénsese simplemente en nuestras enormes necesidades y carencias en alimentación y salud para tener una idea de lo que una ciencia y una tecnología nacionales —es decir, que miraran hacia el interior y no hacia el exterior y hacia los intereses de los grandes grupos sociales y no hacia el de los pequeños núcleos hegemónicos— podrían ofrecer al país.
La inexistencia de esta ciencia nacional es corolario natural de la dependencia. Puesto que el problema tiene un origen estructural, su solución no depende de la poca o mucha dosis de buena voluntad de uno u otro grupo de técnicos o científicos aislados, cuyas preocupaciones sociales lo condujeran a probar fortuna en deshacer entuertos. Biólogos, bioquímicos, químicos, médicos con espíritu solidario los ha habido y los hay, pero una y otra vez se han topada con una realidad que no sólo no absorbe sus esfuerzos, sino que frecuentemente los rechaza: es la respuesta inmune del aparato económico y político establecido para asegurar su preservación. Obviamente, se está aquí frente a un problema de dimensiones sociales, cuya solución final puede implementarse sólo por vías políticas y rebasa la voluntad individual.
En Mexico es el turno de la tecnologia |
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